Todo lo que se pueda hacer y conseguir con dinero está en Dubai, una megaciudad construida de la nada en medio del desierto en la que se puede encontrar reflejos de cualquier rincón del mundo: desde el lujo parisino, con perfumes exclusivos a 2.500 dólares el frasco, hasta pistas de esquí y patinaje sobre hielo a 10 grados bajo cero, cuando en la calle sobrepasan la barrera de los 40 grados centígrados. Todo a capricho y gusto de jeques y príncipes, los más poderosos magnates del petróleo.
Dubai es la ciudad del mundo en la que más agua se consume y reflejo de su fiebre constructora es que el 15% de las grúas más grandes de todo el mundo están allí. Aquí se levanta la Burj Dubai, la torre más alta del planeta, con casi 800 metros de edificación e inspirada en una flor. Se acabará en breve, y está en construcción desde hace cinco años, porque este territorio es una enorme obra constante. De hecho, mientras unos españoles celebran una fiesta en un enorme ático por haber encontrado un chollo de alquiler por 2.500 euros al mes -el precio de una casa buena con terraza puede ser de 4 millones de euros-, decenas de ciudadanos pakistaníes trabajan a las cinco de la mañana para seguir aumentando la ciudad. "Cuenta la leyenda, -dice un español afincado en Dubai-, que en la parte más alta de esa torre, duerme y trabaja un señor que aún no ha bajado a la calle desde hace meses, porque tardaría demasiado tiempo en hacerlo y perdería su jornada laboral".
Excursiones en todoterreno por el desierto, viajes en camello por las dunas, vuelos privados sobre las islas artificiales. Dubai es un paraíso de ensueño mezclado con las costumbres árabes. Aquí todas las mujeres visten de negro hasta los pies, por lo que ver una occidental con falda se convierte en una atracción capaz de reunir a decenas de curiosos. Los reporteros de Callejeros Viajeros asisten a una boda de clase humilde en la que solo está el novio. La novia, como marca la tradición, festeja el enlace en otra ciudad distinta.
Un empresario santanderino compra un ramo de flores para visitar a un ciudadano dubaití en su casa. Allí, toda la familia le recibirá con los brazos abiertos. Su fastuoso jardín está poblado por decenas de especies exóticas. En hora punta, basta acercarse a la puerta de un centro comercial para ver el desfile de caballos de los coches, que salen a 300.000 euros cada uno. Los vehículos con matrículas del 1 al 100 suelen ir con cristales tintados porque pertenecen a la familia del jeque Mohamed Bin Rashid. El 1 es el suyo, y el resto es el de sus descendientes. En Dubai, la matrícula es un fetiche. Recientemente se pagaron 12 millones de euros en una subasta por 57 matrículas curiosas.
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